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									25 DE MAYO DE 1810       | 
									
									25 DE MAYO DE 2012 |  
							
							202 ANIVERSARIO DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO   
							 
						
						La serie de acontecimientos
						
						
						revolucionarios ocurridos en mayo de 1810 en 
						la ciudad de
						
						Buenos 
						Aires, es conocida como la Revolución de 
						Mayo. 
						
						 En aquel entonces, Buenos Aires, era conocida como la  
						capital del
						
						
						Virreinato del Río de la Plata, una 
						dependencia colonial de
						
						España.
						 
						
						En ese momento gobernaba el 
						
						virrey
						
						
						Baltasar Hidalgo de Cisneros y fue 
						reemplazado por la
						
						
						Primera Junta de Gobierno. 
						
						Estos eventos de la Revolución de Mayo se sucedieron en 
						una semana conocida como la Semana de Mayo, que 
						transcurrió entre el
						
						18 de 
						mayo, cuando se confirmó de manera oficial la 
						caída de la
						
						Junta 
						de Sevilla, hasta el
						
						25 de 
						mayo, fecha de asunción de la Primera Junta. 
						
						La Revolución de Mayo inició el proceso de
						
						
						surgimiento del Estado Argentino sin 
						proclamación de la independencia formal, ya que la 
						Primera Junta no reconocía la autoridad del
						
						
						Consejo de Regencia de España e Indias, pero 
						aún gobernaba nominalmente en nombre del rey de España
						
						
						Fernando VII, quien había sido depuesto por 
						las
						
						
						Abdicaciones de Bayona y su lugar ocupado por 
						el francés
						
						José 
						Bonaparte.  
						
						Aun así, los historiadores consideran a dicha 
						manifestación de lealtad (conocida como la
						
						
						máscara de Fernando VII) una maniobra 
						política que ocultaba las intenciones independentistas 
						de los revolucionarios. 
						
						 La
						
						
						declaración de independencia de la Argentina 
						tuvo lugar posteriormente durante el
						
						
						Congreso de Tucumán el
						
						9 de 
						julio de
						
						1816. 
							
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								Cronología de la Semana de Mayo
								
								La Semana de Mayo es la semana que 
								transcurre entre el 
								18 y el 25 de 
								mayo de 1810, 
								que se inició con la confirmación de la caída de 
								la Junta de Sevilla y desembocó en la 
								destitución de Cisneros y la asunción de la
								Primera Junta.   | 
								.jpg) |  
						
						El 14 de mayo arribó al puerto de Buenos Aires la
						goleta de guerra 
						británica HMS Mistletoe 
						procedente de Gibraltar 
						con periódicos del mes de enero que anunciaban la 
						disolución de la Junta de 
						Sevilla al ser tomada esa ciudad por los 
						franceses, que ya dominaban casi toda la Península, 
						señalando que algunos diputados se habían refugiado en 
						la isla de León en
						Cádiz. La Junta era 
						uno de los últimos bastiones del poder de la corona 
						española, y había caído ante el
						imperio napoleónico, 
						que ya había alejado con anterioridad al rey Fernando 
						VII mediante las Abdicaciones 
						de Bayona. El día 17 se conocieron en Buenos 
						Aires noticias coincidentes llegadas a Montevideo el día 
						13 en la fragata 
						británica HMS John Paris, 
						agregándose que los diputados de la Junta de Sevilla 
						habían sido rechazados estableciéndose una Junta en 
						Cádiz. Se había constituido un
						Consejo de Regencia de España 
						e Indias, pero ninguno de los dos barcos 
						transmitió esa noticia. Cisneros intentó ocultar las 
						noticias estableciendo una rigurosa vigilancia en torno 
						a las naves de guerra británicas e incautando todos los 
						periódicos que desembarcaron de los barcos, pero uno de 
						ellos llegó a manos de Manuel 
						Belgrano y de Juan 
						José Castelli. Éstos se encargaron de difundir la 
						noticia, que ponía en entredicho la legitimidad del 
						virrey, nombrado por la Junta caída[] 
						
						También se puso al tanto de las noticias a
						Cornelio Saavedra, 
						jefe del regimiento de Patricios, que en ocasiones 
						anteriores había desaconsejado tomar medidas contra el 
						virrey. Saavedra consideraba que, desde un punto de 
						vista estratégico, el momento ideal para proceder con 
						los planes revolucionarios sería el momento en el cual 
						las fuerzas napoleónicas lograran una ventaja decisiva 
						en su guerra contra España. Al conocer las noticias de 
						la caída de la Junta de Sevilla, Saavedra consideró que 
						el momento idóneo para llevar a cabo acciones contra 
						Cisneros había llegado.[12] 
						El grupo encabezado por Castelli se inclinaba por la 
						realización de un cabildo abierto, mientras los 
						militares criollos proponían deponer al virrey por la 
						fuerza. 
						
						
						Viernes 18 de mayo
						
						Ante el nivel de conocimiento público alcanzado por la 
						noticia de la caída de la Junta de Sevilla, Cisneros 
						realizó una proclama en donde reafirmaba gobernar en 
						nombre del rey Fernando VII, para intentar calmar los 
						ánimos. Cisneros habló de la delicada situación en la 
						Península, pero no confirmó en forma explícita que la 
						Junta había caído, si bien era consciente de ello. 
						 Parte de la proclama decía lo siguiente: 
						
						En América española subsistirá el trono de los Reyes 
						Católicos, en el caso de que sucumbiera en la península. 
						(...) No tomará la superioridad determinación alguna que 
						no sea previamente acordada en unión de todas las 
						representaciones de la capital, a que posteriormente se 
						reúnan las de sus provincias dependientes, entretanto 
						que de acuerdo con los demás virreinatos se establece 
						una representación de la soberanía del señor Fernando 
						VII[] 
						
						El grupo revolucionario principal se reunía 
						indistintamente en la casa de 
						Nicolás Rodríguez Peña o en la jabonería de
						Hipólito Vieytes. 
						Concurrían a esas reuniones, entre otros,
						Juan José Castelli,
						Manuel Belgrano,
						Juan José Paso,
						Antonio Luís Beruti,
						Eustoquio Díaz Vélez,
						Feliciano Antonio Chiclana,
						José Darragueira,
						Martín Jacobo Thompson 
						y Juan José Viamonte. 
						Otro grupo se congregaba en la quinta de Orma, 
						encabezado por fray Ignacio 
						Grela y entre los que se destacaba
						Domingo French. 
						
						Algunos criollos se juntaron esa noche en la casa 
						Rodríguez Peña. Cornelio 
						Saavedra, quien se hallaba en
						San Isidro, fue 
						llamado de urgencia y concurrió a la reunión en la que 
						se decidió solicitar al virrey la realización de un
						cabildo abierto para 
						determinar los pasos a seguir por el virreinato. Para 
						esa comisión, fueron designados Castelli y Martín 
						Rodríguez[] 
						
						
						Sábado 19 de mayo
						
						Tras pasar la noche tratando el tema, durante la mañana 
						Saavedra y Belgrano se reunieron con el
						alcalde de primer voto,
						
						Juan 
						José de Lezica, y Castelli con el síndico 
						procurador, Julián de Leiva, 
						pidiendo el apoyo del Cabildo para gestionar ante el 
						virrey un cabildo abierto, expresando que de no 
						concederse, lo haría por sí solo el pueblo o moriría 
						en el intento. 
						
						
						Domingo 20 de mayo
						
						Demanda ante el virrey Cisneros por la realización de un 
						Cabildo Abierto. Bajorrelieve de
						Gustavo Eberlein. 
						
						Lezica transmitió a Cisneros la petición que había 
						recibido, y éste consultó a Leyva, quien se mostró 
						favorable a la realización de un cabildo abierto. Antes 
						de tomar una decisión el virrey citó a los jefes 
						militares para que se presenten a las siete horas de la 
						tarde en el fuerte.[
						]Según 
						cuenta Cisneros en sus Memorias, les recordó: 
						
						(...) las reiteradas protestas y juramentos de fidelidad 
						con que me habían ofrecido defender la autoridad y 
						sostener el orden público y les exhorté a poner en 
						ejercicio su fidelidad al servicio de S.M. y de la 
						patria. 
						
						Como Cisneros reclamó una respuesta a su petición de 
						apoyo, el coronel criollo 
						Cornelio Saavedra, jefe del
						Regimiento de Patricios 
						e integrante del grupo revolucionario conocido como la
						Sociedad de los Siete, 
						respondió en nombre de todos los criollos diciendo: 
						
						Señor, son muy diversas las épocas del 1º de enero de 
						1809 y la de mayo de 1810, en que nos hallamos. En 
						aquella existía la España, aunque ya invadida por 
						Napoleón; en ésta, toda ella, todas sus provincias y 
						plazas están subyugadas por aquel conquistador, excepto 
						solo Cádiz y la isla de León, como nos aseguran las 
						gacetas que acaban de venir y V.E. en su proclama de 
						ayer. ¿Y qué, señor? ¿Cádiz y la isla de León son 
						España? (...) ¿Los derechos de la Corona de Castilla a 
						que se incorporaron las Américas, han recaído en Cádiz y 
						la isla de León, que son una parte de las provincias de 
						Andalucía? No señor, no queremos seguir la suerte de la 
						España, ni ser dominados por los franceses, hemos 
						resuelto reasumir nuestros derechos y conservarnos por 
						nosotros mismos. El que a V.E. dio autoridad para 
						mandarnos ya no existe; de consiguiente usted tampoco la 
						tiene ya, así que no cuente con las fuerzas de mi mando 
						para sostenerse en ella.  
						
						Al anochecer se produjo una nueva reunión en casa de 
						Rodríguez Peña, en donde los jefes militares comunicaron 
						lo ocurrido. Se decidió enviar inmediatamente a Castelli 
						y a Martín Rodríguez a 
						entrevistarse con Cisneros en el fuerte, facilitando su 
						ingreso el comandante Terrada de los
						granaderos provinciales 
						que se hallaba de guarnición ese día. El virrey se 
						encontraba jugando a los naipes con el brigadier 
						Quintana, el fiscal Caspe y el edecán Coicolea cuando 
						los comisionados irrumpieron. Martín Rodríguez en sus 
						Memorias relató cómo fue la entrevista, en donde 
						Castelli se dirigió a Cisneros así: 
						
						Excelentísimo señor: tenemos el sentimiento de venir en 
						comisión por el pueblo y el ejército, que están en 
						armas, a intimar a V.E. la cesación en el mando del 
						virreinato. 
						
						Cisneros respondió: 
						
						¿Qué atrevimiento es éste? ¿Cómo se atropella así a la 
						persona del Rey en su representante? 
						
						Pero Rodríguez (según sus Memorias) lo detuvo 
						advirtiéndole: 
						
						Señor: cinco minutos es el plazo que se nos ha dado para 
						volver con la contestación, vea V.E. lo que hace. 
						
						Solamente defendió la posición de Cisneros el síndico 
						procurador del Cabildo,
						
						Julián de Leyva. 
						Ante la situación, Caspe llevó a Cisneros a su despacho 
						para deliberar juntos unos momentos y luego regresaron. 
						El virrey se resignó y permitió que se realizara el 
						cabildo abierto. Según cuenta Martín Rodríguez en sus 
						Memorias póstumas, escritas muchos años después, sus 
						palabras fueron: 
						
						Señores, cuanto siento los males que van a venir sobre 
						este pueblo de resultas de este paso; pero puesto que el 
						pueblo no me quiere y el ejército me abandona, hagan 
						ustedes lo que quieran.  
						
						El cabildo abierto se celebraría el 22 de mayo 
						siguiente. 
						
						Esa misma noche se representó una obra de teatro cuyo 
						tema era la tiranía, llamada "Roma Salvada", a la 
						cual concurrieron buena parte de los revolucionarios. El 
						jefe de la policía intentó convencer al actor de que no 
						se presentara y que, con la excusa de que éste estuviera 
						enfermo, la obra fuera reemplazara con "Misantropía y 
						arrepentimiento", del poeta alemán Kotzebue. Los 
						rumores de censura policial se extendieron con rapidez, 
						por lo que Morante salió e interpretó la obra prevista, 
						en la cual interpretaba a
						
						Cicerón. En el 
						cuarto acto, Morante exclamaba lo siguiente: 
						
						Entre regir al mundo o ser esclavos ¡Elegid, vencedores 
						de la tierra! ¡Glorias de Roma, majestad herida! ¡De tu 
						sepulcro al pie, patria, despierta! César, Murena, 
						Lúculo, escuchadme: ¡Roma exige un caudillo en sus 
						querellas! Guardemos la igualdad para otros tiempos: ¡El 
						Galo ya está en Roma! ¡Vuestra empresa del gran Camilo 
						necesita el hierro! ¡Un dictador, un vengador, un brazo! 
						¡Designad al más digno y yo lo sigo!  
						
						Dicha escena encendió los ánimos revolucionarios, que 
						desembocaron en un aplauso frenético a la obra. El 
						propio Juan José Paso 
						se levantó y gritó "¡Viva Buenos Aires libre!". 
						
						
						Lunes 21 de mayo
						
						Invitación al Cabildo abierto 
						del 22 de mayo. 
						
						A las tres, el Cabildo inició sus trabajos de rutina, 
						pero se vieron interrumpidos por seiscientos hombres 
						armados, agrupados bajo el nombre de "Legión Infernal", 
						que ocuparon la Plaza de la Victoria, hoy
						Plaza de Mayo, y 
						exigieron a gritos que se convocase a un cabildo abierto 
						y se destituyese al virrey Cisneros. Llevaban un retrato 
						de Fernando VII y en el ojal de sus chaquetas una cinta 
						blanca que simbolizaba la unidad criollo-española.[21] 
						Entre los agitadores se destacaron
						Domingo French y
						Antonio Beruti. Estos 
						desconfiaban de Cisneros y no creían que fuera a cumplir 
						su palabra de permitir la celebración del cabildo 
						abierto del día siguiente. El síndico Leiva no tuvo 
						éxito en calmar a la multitud al asegurar que el mismo 
						se celebraría como estaba previsto. La gente se 
						tranquilizó y dispersó gracias a la intervención de
						Cornelio Saavedra, 
						jefe del Regimiento de 
						Patricios, que aseguró que los reclamos de la 
						Legión Infernal contaban con su apoyo militar y quien 
						comunicó que él personalmente iba a 
						
						designar las guardias para las avenidas de la Plaza con 
						oficiales de Patricios y que dichas guardias estarían a 
						las órdenes del Capitán 
						Eustoquio Díaz Vélez, de cuya adhesión, de 
						ninguna manera, podía dudar el pueblo.  
						
						El 21 de mayo se repartieron cuatrocientos cincuenta 
						invitaciones entre los principales
						vecinos y autoridades 
						de la capital. La lista de invitados fue elaborada por 
						el Cabildo teniendo en cuenta a los vecinos más 
						prominentes de la ciudad. Sin embargo el encargado de su 
						impresión, Agustín Donado, compañero de French y Beruti, 
						imprimió muchas más de las necesarias y las repartió 
						entre los criollos. 
						
						El Excmo. Cabildo convoca á Vd. para que se sirva 
						asistir, precisamente mañana 22 del corriente, á las 
						nueve, sin etiqueta alguna, y en clase de vecino, al 
						cabildo abierto que con avenencia del Excmo. Sr. Virrey 
						ha acordado celebrar; debiendo manifestar esta esquela á 
						las tropas que guarnecerán las avenidas de esta plaza, 
						para que se le permita pasar libremente. 
						
						
						Martes 22 de mayo
						
						El Cabildo abierto, según 
						Juan Manuel Blanes. 
						
						De los cuatrocientos cincuenta invitados al cabildo 
						abierto solamente participaron unos doscientos 
						cincuenta. French y Beruti, al mando de seiscientos 
						hombres armados con cuchillos, trabucos y fusiles, 
						controlaron el acceso a la plaza, con la finalidad de 
						asegurar que el cabildo abierto fuera copado por 
						criollos. 
						
						El cabildo abierto se prolongó desde la mañana hasta la 
						medianoche, contando con diversos momentos, entre ellos 
						la lectura de la proclama del Cabildo, el debate, "que 
						hacía de suma duración el acto", como se escribió en el 
						documento o acta, y la votación, individual y pública, 
						escrita por cada asistente y pasada al acta de la 
						sesión. 
						
						El debate en el Cabildo tuvo como tema principal la 
						legitimidad o no del gobierno y de la autoridad del
						
						virrey. El 
						principio de la retroversión 
						de la soberanía planteaba que, desaparecido el 
						monarca legítimo, el poder volvía al pueblo, y que éste 
						tenía derecho a formar 
						un nuevo gobierno. 
						
						Hubo dos posiciones principales enfrentadas: los que 
						consideraban que la situación debía mantenerse sin 
						cambios, respaldando a Cisneros en su cargo de virrey, y 
						los que sostenían que debía formarse una
						junta de gobierno en 
						su reemplazo, al igual que en España. No reconocían la 
						autoridad del Consejo de 
						Regencia argumentando que las colonias en América 
						no habían sido consultadas para su formación.[23] 
						El debate abarcó también, de manera tangencial, la 
						rivalidad entre criollos y españoles peninsulares, ya 
						que quienes proponían mantener al virrey consideraban 
						que la voluntad de los españoles debía primar por sobre 
						la de los criollos. 
						
						Uno de los oradores de la primera postura fue el obispo 
						de Buenos Aires, Benito Lué y 
						Riega, líder de la iglesia local. Lué y Riega 
						sostenía lo siguiente: 
						
						No solamente no hay por qué hacer novedad con el virrey, 
						sino que aún cuando no quedase parte alguna de la España 
						que no estuviese sojuzgada, los españoles que se 
						encontrasen en la América deben tomar y reasumir el 
						mando de ellas y que éste sólo podría venir a manos de 
						los hijos del país cuando ya no hubiese un español en 
						él. Aunque hubiese quedado un solo vocal de la Junta 
						Central de Sevilla y arribase a nuestras playas, lo 
						deberíamos recibir como al Soberano.[24] 
						
						Juan José Castelli 
						habló a continuación, y sostuvo que los pueblos 
						americanos debían asumir la dirección de sus destinos 
						hasta que cesara el impedimento de
						Fernando VII de 
						regresar al trono. 
						
						Desde la salida del Infante don Antonio, de Madrid, 
						había caducado el Gobierno Soberano de España, que 
						ahora con mayor razón debía considerarse haber expirado 
						con la disolución de la Junta Central, porque, además de 
						haber sido acusada de infidencia por el pueblo de 
						Sevilla, no tenía facultades para el establecimiento del 
						Supremo Gobierno de Regencia; ya porque los poderes de 
						sus vocales eran personalísimos para el gobierno, y no 
						podrían delegarse, ya por la falta de concurrencia de 
						los Diputados de América en la elección y 
						establecimiento de aquel gobierno, deduciendo de aquí su 
						ilegitimidad, la reversión de los derechos de la 
						Soberanía al pueblo de Buenos Aires y su libre ejercicio 
						en la instalación de un nuevo gobierno, principalmente 
						no existiendo ya, como se suponía no existir, la España 
						en la dominación del señor don Fernando Séptimo. 
						 
						
						Pascual Ruiz Huidobro 
						expuso que, dado que la autoridad que había designado a 
						Cisneros había caducado, éste debía considerarse 
						separado de toda función de gobierno, y que, en su 
						función de representante del pueblo, el Cabildo debía 
						asumir y ejercer la autoridad. 
						
						El fiscal
						
						Manuel 
						Genaro Villota, representante de los 
						españoles más conservadores, señaló que la ciudad de 
						Buenos Aires no tenía derecho a tomar decisiones 
						unilaterales sobre la legitimidad del virrey o el 
						Consejo de Regencia sin hacer 
						partícipes del debate a las demás ciudades del 
						Virreinato. Argumentaba que ello rompería la unidad del 
						país y establecería tantas soberanías como pueblos.
						Juan José Paso le dio 
						la razón en el primer punto, pero adujo que la situación 
						del conflicto en Europa y la posibilidad de que las 
						fuerzas napoleónicas prosiguieran conquistando las 
						colonias americanas demandaban una solución urgente. 
						 Adujo entonces el argumento de la hermana mayor, 
						por la cual Buenos Aires tomaba la iniciativa de 
						realizar los cambios que juzgaba necesarios y 
						convenientes, bajo la expresa condición de que las demás 
						ciudades serían invitadas a pronunciarse a la mayor 
						brevedad posible.  La figura 
						retórica de la "Hermana mayor", comparable a la
						
						
						gestión de negocios, es un nombre que hace 
						una analogía entre la relación de Buenos Aires y las 
						otras ciudades del Virreinato con una
						
						
						relación filial. 
						
						La postura de Cornelio 
						Saavedra fue la que acabó imponiéndose. 
						
						El cura Juan Nepomuceno Solá 
						opinaba que el mando debía entregarse al Cabildo, pero 
						sólo en forma provisional, hasta la realización de una 
						junta gubernativa con llamamiento a representantes de 
						todas las poblaciones del virreinato. 
						
						El comandante Pedro Andrés 
						García, íntimo amigo de Saavedra, comentó al 
						votar: "Que considerando la suprema ley la salud del 
						pueblo y advertido y aun tocado por sí mismo la 
						efervescencia y acaloramiento de él con motivo de las 
						ocurrencias de la Metrópoli, para que se varíe el 
						Gobierno, que es a lo que aspira, cree de absoluta 
						necesidad el que así se realice, antes de tocar 
						desgraciados extremos, como los que se persuade habría, 
						si aún no se resolviese así en la disolución de esta 
						Ilustre Junta; repite por los conocimientos que en los 
						días de antes de ayer, ayer y anoche ha tocado por sí 
						mismo, tranquilizando los ánimos de los que con 
						instancia en el pueblo así lo piden"[] 
						
						Cornelio Saavedra 
						propuso que el mando se delegara en el Cabildo hasta la 
						formación de una junta de gobierno, en el modo y forma 
						que el Cabildo estimara conveniente. Hizo resaltar la 
						frase de que "(...) y no queda duda de que el pueblo 
						es el que confiere la autoridad o mando". A la hora 
						de la votación, la postura de Castelli se acopló a la de 
						Saavedra. 
						
						Luego de los discursos, se procedió a votar por la 
						continuidad del virrey, solo o asociado, o por su 
						destitución. La votación duró hasta la medianoche, y se 
						decidió por amplia mayoría destituir al virrey: ciento 
						cincuenta y cinco votos contra sesenta y nueve. Los 
						votos contrarios a Cisneros se distribuyeron de la 
						siguiente manera:  
							
							
							Fórmula según la cual la autoridad 
							recae en el Cabildo: cuatro votos 
							
							
							Fórmula de Juan Nepomuceno de Sola: 
							dieciocho votos 
							
							Fórmula de
							
							
							Pedro Andrés García, Juan José Paso y 
							Luís José Chorroarín: veinte votos. 
							
							
							Fórmula de Ruiz Huidobro: veinticinco 
							votos 
							
							Fórmula de Saavedra y Castelli: 
							ochenta y siete votos  
						
						A la madrugada del día 23 se emitió el siguiente 
						documento: 
						
						Hecha la regulación con el más prolijo examen resulta de 
						ella que el Excmo Señor Virrey debe cesar en el mando y 
						recae éste provisoriamente en el Excmo. Cabildo hasta la 
						erección de una Junta que ha de formar el mismo Excmo. 
						Cabildo, en la manera que estime conveniente 
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						Miércoles 23 de mayo
						
						Tras la finalización del Cabildo abierto se colocaron 
						avisos en diversos puntos de la ciudad que informaban de 
						la creación de la Junta y la convocatoria a diputados de 
						las provincias, y llamaba a abstenerse de intentar 
						acciones contrarias al orden público. 
						
						
						Jueves 24 de mayo
						
						El día 24 el Cabildo, a propuesta del síndico Leyva, 
						conformó la nueva Junta, que debía mantenerse hasta la 
						llegada de los diputados del resto del Virreinato. 
						Estaba formada por: 
						
						Presidente y comandante de armas: 
							
								
								
								
								Baltasar Hidalgo de Cisneros
								 
						
						Vocales: 
							
								
								
								
								Cornelio Saavedra 
								(militar, criollo) 
								
								Juan 
								José Castelli 
								(abogado, criollo) 
								
								Juan 
								Nepomuceno Solá 
								(sacerdote, español) 
								
								José 
								Santos Incháurregui 
								(comerciante, español)  
						
						Dicha fórmula respondía a la propuesta del obispo Lué y 
						Riega de mantener al virrey en el poder con algunos 
						asociados o adjuntos, a pesar de que en el Cabildo 
						abierto la misma hubiera sido derrotada en las 
						elecciones. Los cabildantes consideraban que de esta 
						forma se contendrían las amenazas de revolución que 
						tenían lugar en la sociedad.  Asimismo, se incluyó un 
						reglamento constitucional de trece artículos, redactado 
						por Leyva, que regiría el accionar de la Junta. Entre 
						los principios incluidos, se preveía que la Junta no 
						ejercería el poder judicial, 
						que sería asumido por la Audiencia; que Cisneros no 
						podría actuar sin el respaldo de los otros integrantes 
						de la Junta; que el Cabildo podría deponer a los 
						miembros de la Junta que faltaran a sus deberes y debía 
						aprobar las propuestas de nuevos
						impuestos; que se 
						sancionaría una amnistía 
						general respecto de las opiniones emitidas en el cabildo 
						abierto del 22; y que se pediría a los cabildos del 
						interior que enviaran diputados. Los comandantes de los 
						cuerpos armados dieron su conformidad, incluyendo a 
						Saavedra y Pedro Andrés 
						García. 
						
						Cuando la noticia fue dada a conocer, tanto el pueblo 
						como las milicias volvieron a agitarse, y la plaza fue 
						invadida por una multitud comandada por French y Beruti. 
						La permanencia de Cisneros en el poder, aunque fuera con 
						un cargo diferente al de 
						virrey, era vista como una burla a la voluntad 
						del Cabildo Abierto. El coronel
						Martín Rodríguez lo 
						explicaba así: 
						
						Si nosotros nos comprometemos a sostener esa combinación 
						que mantiene en el gobierno a Cisneros, en muy pocas 
						horas tendríamos que abrir fuego contra nuestro pueblo, 
						nuestros mismos soldados nos abandonarían; todos sin 
						excepción reclaman la separación de Cisneros. 
						 
						
						Hubo una discusión en la casa de Rodríguez Peña, lugar 
						en que se runieron dirigentes civiles y oficiales de los 
						cuerpos, entre ellos: 
						Belgrano, Eustoquio 
						Díaz Vélez, French 
						y Chiclana donde se 
						llegó a dudar de la lealtad de Saavedra. Castelli se 
						comprometió a intervenir para que el pueblo fuera 
						consultado nuevamente, y entre Mariano Moreno, Matías 
						Irigoyen y Feliciano Chiclana se calmó a los militares y 
						a la juventud de la plaza. Finalmente decidieron 
						deshacer lo hecho, convocar nuevamente al pueblo y 
						obtener del cabildo una modificación sustancial con una 
						lista de candidatos propios. 
						Cisneros no podía figurar. 
						
						Por la noche, una delegación encabezada por Castelli y 
						Saavedra se presentó en la residencia de Cisneros 
						informando el estado de agitación popular y sublevación 
						de las tropas, y demandando su renuncia. Lograron 
						conseguir en forma verbal su dimisión. Un grupo de 
						patriotas reclamó en la casa del síndico Leyva que se 
						convocara nuevamente al pueblo, y pese a sus 
						resistencias iniciales finalmente accedió a hacerlo. 
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						Viernes 25 de mayo
						
						Durante la mañana del 25 de mayo, una gran multitud 
						comenzó a reunirse en la Plaza Mayor, actual
						Plaza de Mayo, 
						liderados por los milicianos de
						Domingo French y
						Antonio Beruti. Se 
						reclamaba la anulación de la resolución del día 
						anterior, la renuncia definitiva del virrey Cisneros y 
						la formación de otra Junta de 
						gobierno. El historiador
						Bartolomé Mitre afirmó 
						que French y Beruti repartían 
						escarapelas celestes y blancas entre los 
						concurrentes; historiadores posteriores ponen en duda 
						dicha afirmación, pero sí consideran factible que se 
						hayan repartido distintivos entre los revolucionarios. 
						Ante las demoras en emitirse una resolución, la gente 
						comenzó a agitarse, reclamando: 
						
						"¡El pueblo quiere saber de qué se trata!" 
						
						La multitud invadió la sala capitular, reclamando la 
						renuncia del virrey y la anulación de la resolución 
						tomada el día anterior. 
						
						El Cabildo se reunió a las nueve de la mañana y reclamó 
						que la agitación popular fuese reprimida por la fuerza. 
						Con este fin se convocó a los principales comandantes, 
						pero éstos no obedecieron las órdenes impartidas. Los 
						que si lo hicieron afirmaron que no solo no podrían 
						sostener al gobierno, sino tampoco a sus tropas, y que 
						en caso de intentar reprimir las manifestaciones serían 
						desobedecidos por estas 
						
						Cisneros seguía resistiéndose a renunciar, y tras mucho 
						esfuerzo los capitulares lograron que ratificase y 
						formalizase los términos de su renuncia, abandonando 
						pretensiones de mantenerse en el gobierno. Esto, sin 
						embargo, resultó insuficiente, y representantes de la 
						multitud reunida en la plaza reclamaron que el pueblo 
						reasumiera la autoridad delegada en el Cabildo Abierto 
						del día 22, exigiendo la formación de una Junta. Además, 
						se disponía el envío de una expedición de quinientos 
						hombres para auxiliar a las provincias interiores. 
						
						Pronto llegó a la sala capitular la renuncia de 
						Cisneros, "prestándose á ello con la mayor 
						generosidad y franqueza, resignado á mostrar el punto á 
						que llega su consideración por la tranquilidad pública y 
						precaución de mayores desórdenes".[31] 
						La composición de la Primera 
						Junta surge de un escrito presentado por French y 
						Beruti y respaldado por un gran número de firmas. Sin 
						embargo, no hay una posición unánime entre los 
						historiadores sobre la autoría de dicho escrito. Algunos 
						como Vicente Fidel López 
						sostienen que fue exclusivamente producto de la 
						iniciativa popular. Para otros, como el historiador
						Miguel Ángel Scenna, 
						lo más probable es que la lista haya sido el resultado 
						de una negociación entre tres partidos, que habrían 
						ubicado a tres candidatos cada uno: los carlotistas, los 
						juntistas o alzaguistas, y el "partido miliciano". 
						Belgrano, Castelli y Paso eran carlotistas. Los 
						partidarios de Álzaga eran Moreno, Matheu y Larrea. No 
						hay duda de que Saavedra y Azcuénaga representaban al 
						poder de las milicias formadas durante las invasiones 
						inglesas; en el caso de Alberti, esta pertenencia es más 
						problemática.  
						
						Los capitulares salieron al balcón para presentar 
						directamente a la ratificación del pueblo la petición 
						formulada. Pero, dado lo avanzada de la hora y el estado 
						del tiempo, la cantidad de gente en la plaza había 
						disminuido, cosa que Leiva adujo para ridiculizar la 
						pretensión de la diputación de hablar en nombre del 
						pueblo. Esto colmó la paciencia de los pocos que se 
						hallaban en la plaza bajo la llovizna. A partir de ese 
						momento (dice el acta del Cabildo), 
						
						...se oyen entre aquellos las voces de que si hasta 
						entonces se había procedido con prudencia porque la 
						ciudad no experimentase desastres, sería ya preciso 
						echar mano a los medios de violencia; que las gentes, 
						por ser hora inoportuna, se habían retirado a sus casas; 
						que se tocase la campana de Cabildo, y que el pueblo se 
						congregase en aquel lugar para satisfacción del 
						Ayuntamiento; y que si por falta del badajo no se hacía 
						uso de la campana, mandarían ellos tocar generala, y que 
						se abriesen los cuarteles, en cuyo caso sufriría la 
						ciudad lo que hasta entonces se había procurado evitar.
						 
						
						Cabe señalar que el badajo de la campana del cabildo 
						había sido mandado retirar por el virrey
						Santiago de Liniers 
						tras la asonada de Álzaga 
						de 1809. Ante la perspectiva de violencias mayores, el 
						petitorio fue leído en voz alta y ratificado por los 
						asistentes. El reglamento que regiría a la Junta fue, a 
						grandes rasgos, el mismo que se había propuesto para la 
						Junta del 24, añadiendo que el Cabildo controlaría la 
						actividad de los vocales y que la Junta nombraría 
						reemplazantes en caso de producirse vacantes. La
						Primera Junta estaba 
						compuesta de la siguiente manera: 
						
						Presidente 
						
						Vocales 
							
							
							Dr. Manuel 
							Alberti 
							
							Cnel. 
							Miguel de Azcuénaga 
							
							Dr. Manuel 
							Belgrano 
							
							Dr. Juan 
							José Castelli 
							
							Domingo 
							Matheu 
							
							
							Juan 
							Larrea 
							 
						
						Secretarios 
							
							
							Dr. Juan 
							José Paso 
							
							Dr. 
							Mariano Moreno  
						
						La Junta estaba conformada por representantes de 
						diversos sectores de la sociedad: Saavedra y Azcuénaga 
						eran militares, Belgrano, Castelli, Moreno y Paso eran 
						abogados, Larrea y Matheu eran comerciantes, y Alberti 
						era sacerdote. 
						
						Acto seguido, Saavedra habló a la muchedumbre reunida 
						bajo la lluvia, y luego se trasladó al Fuerte entre 
						salvas de artillería y toques de campana. 
						
						Al mismo tiempo que el sol se ponía en el horizonte, una 
						compañía de Patricios mandada por Don
						Eustoquio Díaz Vélez 
						anunciaba, al son de cajas y voz de pregoneros, que el 
						Virrey de las Provincias Unidas del Río de la Plata 
						había caducado, y que el Cabildo reasumía el mando 
						supremo del Virreynato por voluntad del pueblo. 
						 
						
						El mismo 25, Cisneros despachó a José Melchor Lavín 
						rumbo a Córdoba, para 
						advertir a Santiago de 
						Liniers lo sucedido y reclamarle acciones 
						militares contra la Junta.
 
						
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